Enrique Pereira, ND
2 February, 2011
El gran enemigo de Hugo Chávez, es él. Yo con yo, diría un amigo mío.Doce años en el poder. Se dice fácil, pero ese tiempo es más largo que piropo de tartamudo. Son una docena de años en que los venezolanos hemos aguantado lo que jamás soñamos que podíamos aguantar. Doce años de promesas y más promesas, de futuro y más futuro. Doce años de destrucción de nuestra infraestructura, de nuestra industria, de nuestras posibilidades agropecuarias y de algo que me produce más dolor: de la estirpe libertaria de un pueblo que ha bajado paulatinamente su cerviz ante el peso de una autocracia militarista que persigue a la disidencia con los típicos métodos que clásicamente los acompañan.
Poco tiene que celebrar. No han logrado ningún merito capaz de ser exhibido, salvo los que quieren vendernos con cifras trucadas. En eso son buenos, todo se lee en millones y en toneladas, para desfigurar una realidad que se nos estrella en la cara cada mañana. Al carajo el bolívar fuerte, la economía blindada, la producción de cinco millones de barriles de petróleo y la construcción de viviendas. Pura paja dibujaría Rayma, sagaz caricaturista del diario El Universal, por cuatro días consecutivos, usando la figura que mejor les luce.
Ministros van y vienen, dan la vuelta, se refrescan y regresan de nuevo. Enroque tras enroque, para seguir cometiendo los mismos errores. Desprecio por lo que saben, aprecio por los que no cuestionan nada. Pensamiento militar que castra el pensamiento creativo.
Chávez no ha caído en cuenta que el enemigo mayor de la revolución es él. Es Chávez que no entiende como sumar y se maneja con códigos que desmultiplican los esfuerzos colectivos. Es su personalismo y su liderazgo a gritos el que condena al fracaso cualquier gestión de la sociedad o de sus segundos, para sacar algo adelante. Es su incapacidad para reconocer la importancia de escuchar a alguien diferente a su propio ego. Mientras continúe haciendo lo mismo, seguirá logrando los mismos resultados. Yo con yo.
Difícil producir un cambio, al que no antecede una profunda y verdadera reflexión acerca de los errores cometidos. No estoy hablando de esos golpecitos en el pecho en los tiempos que anteceden a una elección para decir que:”hemos fallado, tenemos que rectificar”. “…yo los llamo a todos a practicar el amor”.
Doce años es la cuarta parte de lo que han gobernado los Castro en Cuba o casi la mitad de lo que lo ha hecho Mubarak en Egipto. Se cansan los pueblos de escuchar las mismas fantasías, refrescadas con nuevas canciones. Ahora es la misión agrícola la que está de moda. Otra parafernalia que llenará el tiempo de los canales oficiales y la producción de afiches y trípticos. No termina de obtener ningún logro en ninguna de las tareas que acomete, pero sigue escuchando sólo desde adentro de sí mismo, convencido de que tiene en su mano el poder de lograr que las cosas sucedan. Yo con yo.
La docena de velas que trae la cajita, cubrirá el pastel de celebración. No faltará ninguna, pero tampoco sobrarán. Sonrían para que no se refleje el nerviosismo en las cámaras.
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